Por qué no nos creemos la loca teoría del envenenamiento de Jane Austen

El mundo literario enloquece ante la posibilidad de que la escritora fuera envenenada a conciencia, pero todo apunta a que para nada fue así

A casi doscientos años del fallecimiento de Jane Austen, la autora de Orgullo y prejuicio sigue estando en boga . Si no es por una infame adaptación de su novela que tiene como nombre Orgullo + Prejuicio + Zombies, es por las constantes reediciones conmemorativas de sus libros..

No obstante, los motivos por los que desde hace unos días los medios culturales hablan de la novelista británica están vinculados a su muerte.

La posverdad, que fue nombrada palabra del año en 2016, fue traída a colación hace ya cinco años por la escritora de novela negra Lindsay Ashford, quien publicó una historia de ficción con su teoría por bandera: La misteriosa muerte de Jane Austen.

Ahora es Sandra Tuppen, la responsable de manuscritos y objetos de 1601 a 1850 de la Biblioteca Británica, quien se ha subido a este hype y, aprovechando el segundo centenario de su muerte, de una causa aparentemente banal se ha sacado de la manga la teoría de que Jane Austen fue envenenada por arsénico.

Esta causa aparentemente banal son los tres pares de gafas que depositó la tatatatara sobrina de Austen en 1999 en la Biblioteca Británica.

—¿Y qué tienen esas gafas?, se preguntará el lector de estas líneas con buen tino. Pues bien, la “peculiaridad” de estos binoculares es que presentan distinta graduación.

Ni las gafas de John Lennon representaron hasta la fecha una evidencia tan clara de asesinato.

La verdad del asunto, según los estudiosos de Austen, es que la novelista padecía reumatismo y el medicamento que paliaba sus dolores –Fowler’s Solution-  contenía arsénico. Lo cual ni siquiera evidencia que la causa de su muerte haya sido envenenamiento.

No obstante, en Estados Unidos, donde hay asociaciones para todo, la Jane Austen Society se ha puesto en contacto con Cheryl Kimey, oftalmóloga, que afirma que hay otras causas más probables que el arsénico en las cataratas, enfermedad que padecía. De hecho, la doctora Kimey alude directamente a la edad: «Los tres pares de gafas distintos pueden deberse sin más a que fue perdiendo visión, como tantas personas al final de la treintena y el comienzo de la cuarentena.»

Esta negación de la Navaja de Ockham también fue rebatida en su día por Jane Todd, editora general de la edición de Cambridge de Jane Austen, quien considera «totalmente inverosímil esta opción.»

La única solución al tema pasa porque el gobierno británico decida exhumar el cadáver de Austen, que se encuentra en la catedral de Winchester y luego que sean los forenses quienes hagan su trabajo. No obstante, y a pesar de que nosotros no hemos hablado con nadie del Parlamento Británico, no parece que día de hoy nadie vaya a meter mano en el nicho de la escritora.

Por qué no nos creemos la loca teoría del envenenamiento de Jane Austen

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