Piqué, el niño bien perdonavidas en guerra contra la caspa

Explicamos su truco para parecer el JFK de los barrios altos de Barcelona

Uno de los múltiples falsos lugares comunes de la oficialmente modélica —en la práctica un trágala del tamaño de un toro— Transición española es que había por allí un puñado de melenudos jugándosela contra un franquismo que ayudaron a matar.

Sin embargo, son varios los activistas de la época que después han contado que precisamente si estabas metido hasta el cuello en el trabajo vecinal, sindical y político de oposición no podías permitirte el lujo de ser un melenudo que captase la atención de unos grises que podían pedirte identificación por tus meras pintas. Sencillamente, no podías dejar colgados a tus compañeras y compañeros acabando en la mazmorra franquista del Tribunal de Orden Público por un corte de pelo.

La ética le ganaba por goleada a la estética.

A Piqué, en cambio, le sucede lo contrario.

El futbolista volvía a poner pose revolucionaria ayer: que si el Madrid transmite valores feos a través de su palco, que si allí se mueven los hilos del país… Volvía así también a colocarnos a los de la Tercera Vía Futbolística —a los que vamos con el 99% de equipos que jueguen contra los dos grandes: ‘estoy hasta los huevos del Barça y del Madrid’ es ya un clásico de estadio— en un lugar incómodo en esta absurda guerra civil entre élites.

Nuestro compañero Quique Peinado le ha definido inmejorablemente: “Escuchando a Piqué, pareciera que el Barça es el ejército de Pancho Villa”.

La risa sale sola. Basta imaginar lo que pensaría Pancho Villa de Piqué, el hijo con un coeficiente de 170 del abogado convertido en escritor Joan Piqué y de Montserrat Bernabeu, la jefa de Unidad de Daño Cerebral del Instituto Guttman…

…El defensa que al que la incapacidad dialéctica de muchos futbolistas —¿qué se puede responder a preguntas en un 90% de los casos ya vacías?— le convierte por puro contraste en una especie de JFK de los barrios altos de Barcelona

…El niño bien que juega a desafiar límites como tirar una bomba fétida en un avión y en una sala de prensa, a tirarle un lapo a Pedro Cortés, otro empleado de la selección, por la espalda y con las cámaras filmando, o que se dedica a aparcar el coche en el carril-bús…

En el escenario que se ha construído Piqué, no hay fallo. Hasta si se gana, se gana contra algo, contra alguien. Imaginarios o reales, molinos o gigantes, le vienen de perlas. Against all odds.

En Madrid, ya se sabe, ellos llevan pulseritas de cuero con la bandera de España, ellas pendientes de perla y a la gente en general le huele el aliento a callos, que es algo supergrasiento que obstruye arterias y no le deja tipo fino a la democracia. Por oposición, vuelve a convertirse en algo así como si Louis C.K. hubiera sido un maquis antifranquista.

Si alguien dejase solo a Piqué en el palco del Bernabeu, él haría justicia. Me lo imagino como un Robin Hood apuntando con su dedo vengador al pecho de Florentino, levantándole la cartera a este y a todos sus amigotes y trayendo el botín a Barcelona.

Piqué president. ¡Ahora sí que empieza una vida digna y justa para todo el pueblo catalán!

Es una lástima que lo que venga a continuación sea una bochornosa escena en plan la puta i la ramoneta en la que Piqué le confía ese dinero a un colega de Sarrià para untar a quien haga falta en —pongamos— Urban Outfitters, para que le cierren la tienda a él y a su familia para una profunda jornada de revindicación de sí mismo.

Al fin y al cabo, si se tienen que chotear de nosotros, que se chotee alguien de casa.

Y todo con ese flow de perdonavidas de quien puede decir lo primero que se le ocurra porque ha crecido con las espaldas cubiertas. No es el único que se siente seguro con este debate, en Madrid no tiemblan. Lo que desune el idioma y la geografía lo une rápido la clase social.

Piqué, el niño bien perdonavidas en guerra contra la caspa

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